Para que nuestros hijos/as crezcan emocionalmente seguros y confiados, necesitan que su familia sea cálida pero firme, cuando la situación así lo amerita.
La familia efectiva es amable, gentil y cercana con sus hijos/as, pero puede desplegar una firmeza “tranquila” cuando la necesita.
El mensaje final será siempre “te quiero y estoy aquí”… pero también deberá entender qué se espera de él o ella. Son dos caras de la misma moneda: incondicionalidad en el AMOR pero ESPERA del mejor despliegue.
¿Qué sería de los chicos/as y jóvenes si nada se esperara de ellos? Es también un acto de amor pedir que cada uno dé lo mejor de sí.
La familia efectiva es lo suficientemente cálida para proveer un entorno emocionalmente seguro para sus hijos/as, pero a la vez tiene una firmeza que emite el mensaje correcto de esperar lo mejor de ellos/as, en cuanto a su comportamiento en la casa, la escuela o afuera; ser respetuoso y exhibir buenos modales y valores.
No lo olvides: Para poner límites, no hay que estar enojados, sino convencidos, y contemplar estas cuatro premisas:
• Claridad. Si como familia no sabemos qué límites poner, cómo o para qué, nuestros hijos/as se verán muy confundidos.
• Comunicación. Los límites se expresan con convicción, de manera concisa, sin miedo ni culpa.
• Consecuencias. Las consecuencias deben ser pensadas y lógicas; y, además, cumplidas. Si no se cumplen, motivamos a nuestros hijos/as a que dejen de esforzarse.
• Congruencia. Si ellos deben comer sano, pero nosotros nos pasamos la semana comiendo comida chatarra, no somos congruentes. Los valores no se enseñan, se demuestran.
Existe una gran diferencia entre criar y educar.
Educar implica más tiempo, más paciencia, y más estar en el aquí y ahora. Es conciencia plena. Es luchar nuestras propias batallas como adultos para poder estar calmados, enfocados y conectados en el momento de tener que corregir conductas en los niños/as y jóvenes.
Es tratar de no herirlos, de no lastimarlos, de estar presentes y de amarlos incondicionalmente.
No lo olvidemos: firmeza, sí, cuando la situación lo amerita, pero con ternura.
TERNURA Y FIRMEZA