¿Cuál es el rol del arte?
Es una cura, un antídoto, un calmante, una distracción, un entretenimiento?
Más allá de estas preguntas y otras que surgen frente a las necesidades del presente, hoy conocemos como la humanidad vivió y sobrevivió a diferentes contextos gracias al testimonio que dejaron los artistas de su tiempo, y con obras que aún hoy nos conmueven.
¿Cómo puede una reflexión personal, íntima, enunciada a veces desde la precariedad, interpelar a otras personas, a que se identifiquen con las preocupaciones e inquietudes que un artista expresa, incluso desde el pasado? Cómo lo individual puede enraizar en lo universal, en diferentes tiempos y contextos? Podemos proponer: quizás sea por la capacidad del arte de concebir vínculos y diálogos que a veces van más allá de la razón, de generar espacios de convivencia y confrontación entre diferentes emociones contrapuestas, de producir sentidos que rompen la esfera de lo propio y nos llevan a pensarnos como parte de un colectivo, una comunidad, frágil en tiempos convulsos como los actuales.
El arte no puede “hacer frente” a la desigualdad, las injusticias, al dolor pero sí proponer estos espacios, estos “paisajes emocionales” para ser explorados, que nos ayuden a establecer un estado de situación, ser testigos y parte de nuestra contemporaneidad y hasta acaso intentar modificarla.
¡Los invitamos a acompañarnos en estas reflexiones!






